martes, 1 de marzo de 2011

Recorriendo la Biblia
Primera Parte
La Biblia Hebrea.
Sección Sexta.
Sexo Bíblico.

Capítulo I
Sexo y Religión.
Introducción:
Dos temas, los del título que siempre me han apasionado y me han motivado a realizar profundas investigaciones adentrándome en os que se consideran nuestros orígenes como humanidad, desde que íbamos dejando de ser simios simios y pasábamos de a poco a ser simios hombres hasta llegar a ser hombres hombres.
La sexualidad la traíamos ya desde nuestra anterior condición en la lenta evolución, no así, la religión, que es, sin duda alguna, una creación humana de elaboración, pero que surge a poco que se yergue el hombre y levanta su vista al cielo y observa esa incomprensible y asombrosa existencia estelar.
De inmediato, pisando el suelo y observando el cielo, tiene y toma sus dos primeras figuras, la tierra y los astros, y a ellos reverencia.
Estos dos temas: Sexo y Religión hacen a dos facetas indiscutibles del ser humano. Y quizás esa misma conexidad hace que haya una unión desde el inicio y que el sexo sea una faceta de la propia religiosidad, generándose así la sexualidad sagrada, y por ello luego, la posesión por la Religión del sexo como aspecto que debe dominar y reglar minuciosamente.
Todas, absolutamente todas las religiones, que no son sino un sistema de creencias basadas en una relación esencial de la humanidad con uno o más Seres Superiores, creadores del Todo, y con el universo, han tenido y tomado al sexo como parte de su desarrollo, sea para impulsarlo, sea para reprimirlo.
Toda religión impone un Código Moral, y en ese Código se determina pormenorizada y detalladamente toda la relación de sus miembros con su divinidad, así como con el universo, y en especial la relación entre sí, cumpliendo pautas recibidas de sus Dioses.

La importancia de los sexos.
Es común observar en las mitologías comparadas que hay un rasgo o característica común, y es la distinta importancia en tiempo y jerarquía entre uno de los seres creados, el hombre o varón, y la mujer.
Si bien hemos visto que en la Biblia hay dos versiones distintas y hasta contradictorias de la creación del hombre y de la mujer, una de ellas, la más ignorada y oculta, es la de la creación por igual de “varón y hembra los cree” y otra, la más común, la más publicitada, la impuesta como única verdad y realidad por esta sociedad machista, que es la de la creación del hombre, del varón, primero y con mayor importancia y jerarquía, y posteriormente la creación de la mujer, secundaria y accidental, tal solo, para servir de “ayuda necesaria al hombre” luego de haber probado, Dios por ensayo y error, que los animales, las hembras en su caso, no resultaban ser esa “ayuda necesaria” De haberlo sido, la mujer no hubiera existido.

La Sexualidad originaria.
El ser humano es un ser social, y esta definición nos ha sido impuesta desde los albores de la civilización como un concepto originario griego, y refleja realmente la realidad, solo que una realidad parcial, y quizás una realidad posterior, no una realidad originaria.
El ser humano es un ser social, pero previo a ello, y necesario para ser un ser social es, antes un ser sexual, por lo que, esta sería una realidad originaria, y sobre esta realidad originaria es necesario unos breves análisis, puesto que, fácil y cómodo sería aceptar que la realidad sexual originaria es la realidad sexual actual, o que lo fue la realidad sexual imperante en los últimos dos o tres mil años.
Lo sexual es lo natural del ser humano, es parte de su cuerpo pero no se agota en lo meramente fisiológico, sino que trasciende y es parte de todas y cada una de las facetas del ser humano.
Sexo no es solamente fertilidad y reproducción, y en los inicios del ser humano como tal, no había conciencia ni conocimiento del poder fecundador del hombre sobre la mujer, por lo que, adoradores de la Diosa Madre como generadora de toda la vida y lo existente, adoraban igualmente a la mujer como dadora de vida, hacedora de ese milagro incomprendido.
La mujer, la madre garantizaba la supervivencia, garantizaba la creación, era, sin dudarlo, la continuación y extensión de la Diosa Madre Tierra, y por ello fue su sacerdotisa.
Conoció mil nombres, Inanna para los súmenos, Ishtar para los babi­lonios, Isis, Hathor, Min, Neith, Maut, para los egipcios, Atargatis para los sirios, Astarté para los fenicios, Militta para los asirios, Sauska, para los kurritas, Asera, Anat o Baalat, en los escritos bíblicos, Cibeles pàra los fri­gios, Gaya o Gea, Rhea, Afrodita, Magna Mater, Venus, Diana, Atenea, Minerva, Hecate, y muchísimas más para los griegos y romanos, Tanis entre los cartaginenses, Cihuacaytl, Coatlicue, Mixcoayl, Pachamana, entre las culturas mesoamericanas, Nana, Bubuko en Benin y Togo en África, Urna, Annapurna, Kali “la negra” o Cani “la salvaje” son variantes hindúes, todas consideradas Diosas de la fecundidad y la naturaleza.
En muchas de ellas el gran poder detentado llego a que fueran consideradas autoengendradas y como principio del todo, y hasta, por el desconocimiento de la intervención masculina en la fecundación se las consideró hermafroditas.
Los babilonios reconocían a Militta y a Belo como los principios de la vida, Belo asociado al sol, y Militta a la luna.
La posterior introducción y apoderamiento patriarcal hizo que Militta pasara de ser el principio autogenerador de vida a ser simplemente el poder fecundado, y Belo, que inicialmente había sido secundario de la Diosa, paso a ser el Dios Sol y principio fecundador.
Se había impuesto y triunfado el Dios Padre por sobre la, ahora descendida Diosa Madre, que pasaba a un estadio menor y auxiliar, a lo sumo, como esposa, madre o amante del Dios Padre.
Decenios de milenios fue el predominio de la sociedad matriarcal, (Matrimonio) siendo accesorio el papel masculino, lo que se modificaría al cambiar las condiciones socioeconómicas y de propiedad una vez alcanzado la sedentarización, el inicio de la agricultura y la domesticación de los animales, todo ello generador de riquezas, y apropiadas por el hombre, (Patrimonio) y con ello el ingreso del Dios Padre, Dios Guerrero y absoluto.
La Diosa Madre era la realidad e inexistente el Dios Padre, el que se impondrá milenios posteriores, y al hacerlo tomará para si todas las atribuciones, y entre ellas, las de regular el sexo.
Lo que se ha dado en llamar la Prostitución Religiosa era una práctica corriente, y así Herodoto, en “Los nueve libros de la historia” nos relata la obligación impuesta a toda mujer de tener, una vez en la vida que cumplir con un ritual sexual consistente en practicar sexo con un extranjero en el santuario de Militta como muestra de hospitalidad, a cambio de un pago simbólico.
“La costumbre que hay entre los babilonios es la de que toda mujer natural del país se prostituya una vez en la vida con algún forastero, estando sentada en el templo de Venus. Donde son escogidas por los forasteros. Después que una mujer se ha sentado allí no vuelve a su casa hasta tanto que alguno le eche dinero en el regazo, y sacándola del templo satisfaga el objeto de su venida. Al echarla el dinero debe decirla: 'Invoco en favor tuyo a la diosa Militta', que este es el nombre que dan a Venus los asirios. Una ley semejante está en uso en cierta parte de Chipre”

Los símbolos cambiados.
Una forma práctica de controlar la sociedad, inicialmente por el originario judaísmo y posteriormente por el cristianismo, lo fue a través del control del sexo como manifestación humana y para ello, entre otros instrumentos de opresión y represión se uso el cambio de connotación de los símbolos, y así como la Iglesia cristiana, para su difusión no trepido en paganizarse adoptando como ángeles a dioses, y semidioses, y como fechas sagradas muchas de las celebraciones de las originarias creencias, como el del solsticio, o en su máxima expresión, tomar una fecha de adoración de la Diosa Venus para considerarla como el nacimiento de la Virgen María, además de ocupar y usurpar los Templos para sus propios fines, ahora cambiaba la significación de los símbolos, en especial los que estuvieran relacionados directamente con el sexo, y por ello, las palomas, los peces y las serpientes, que eran originariamente representación fálica, de la vida y de la fertilidad, pasaron a ser representaciones espirituales la paloma, el Espíritu Santo, y el pez, el símbolo de la eucaristía, y satánica, como símbolo del mal, la serpiente.

El paso de la sexualidad originaria a la sexualidad imperante.
El paso de la sexualidad originaria a la sexualidad imperante es un paso a designio, una decisión cultural pretendiendo contrariar la naturaleza humana y es una decisión de poder y de riqueza. Es el fruto de la victoria total en lo cultural, social y económico de la concepción patriarcal sobre la matriarcal, sojuzgando a esta.
La Diosa Madre fue destronada, es reducida, es descendida de su poder y de su jerarquía es sometida a la decisión del surgente Dios Padre, quien como expresión y como representación del macho, del varón, se atribuyó desde el poder de la fecundación a la reproducción.
La mujer, la Diosa fue descendida, fue reelaborada toda concepción preexistente y se elaboró una nueva historia, esa Mitología que oculta algunos pocos resabios femeninos e impone con todo rigor el pleno poder masculino.
No fue, cierto es admitirlo, el cristianismo ni el generador de esta situación, ni su primer impulsor, pero debemos darle el premio mayor en cuanto, tomado el poder temporal en occidente a partir de Constantino, y habiéndose apropiado del judaísmo, impuso a sangre y fuego, con el poder asociado de la Cruz y de la espada, su posición misógina, autoritaria, represiva y patriarcal, imponiendo su propia y retrograda concepción sobre la sexualidad, basada no en ningún conocimiento especifico, sino en el temor reverencial que siempre tuvo el hombre ante el milagro de vida de la mujer.
La sexualidad ha tenido desde sus orígenes un sentido religioso y sus representaciones han sido la vagina y el falo, como símbolos de la capacidad engendradora y reproductora, y han sido una expresión religiosa.
La cruz ansata egipcia, o Cruz Ank, es una combinación gráfica de los genitales masculino y femenino, y era considerado un símbolo de la vida, y en su devenir fue inicialmente atributo de Osiris como un Dios de la inmortalidad, y paso al cristianismo asociada a la Cruz de Cristo y es, desde el siglo VI, un símbolo incorporado en la vestimenta de los arzobispos católicos.

La Sexualidad imperante.

Las ideas imperantes en la sociedad sobre la sexualidad han tenido su origen en las ideas impuestas por el cristianismo y lo paradójico y hasta decididamente sorprendente es que esas ideas impuestas por el cristianismo en Occidente no lo han sido en función de serles impuestas a los cristianos, sino también, imperativamente a los no cristianos, y hasta a los anticristianos, y pese a los avances en todo sentido, la moral sexual actual impuesta no dista de ser distinta que la originaria en el Medioevo.
La premisa básica lo fue y lo es asociar la actividad sexual con lo inmoral, y los tabúes permanecen.
Es muy lento el avance en la materia y prueba de ello es reciente la equiparación de los hijos matrimoniales de los extramatrimoniales, que dejaron de ser injuriados como naturales, o adulterinos.
La Iglesia le ha tenido, y le sigue temiendo a la sexualidad, y en especial a la mujer. Su flujo la ha atormentado y su única respuesta fue asociar esa naturalidad creadora con actividades o posesión satánica.
Como método de combatir lo que no entendía, lo que temía, una vida sexual plena, pervirtió los valores, y asocio toda actividad sexual a costumbres paganas condenadas por Dios, y le sirvió al cristianismo basarse en los textos judíos del mismo odio y temor del Dios bíblico hacia las practicas cananeas, condenado toda satisfacción, todo goce, todo placer, todo era pecado.
No era natural, no era querido por Dios el placer ni el goce, a lo sumo, y fue impuesto a sangre y fuego, todavía vigente el concepto de que la función sexual primordial era la reproducción, y solo con ese sentido, con ese fin se podía mantener relaciones sexuales, y esa idea ha imperado moralmente en toda sociedad occidental hasta bien entrada la segunda mitad del siglo pasado, por ello el concepto de prohibición de todo método anticonceptivo, y ni que decir sobre el aborto.
Las relaciones solo eran admitidas dentro del matrimonio, y simplemente como un método de generar descendencia, y si era posible, que fueran varones.
La abstinencia era una virtud y la castidad una santidad, y por el contrario, una vida sexual activa merecía los agravios condenables, menor si se trataba del varón, y lapidario si lo era de parte de la mujer, que pasaba a ser directamente una licenciosa, mujer de vida fácil.
La Biblia ha sido, y es, un instrumento de dominación, por su propio texto, desconocido por la mayoría de los creyentes, y más por la palabra de sus intérpretes que dicen a los creyentes lo que según ellos dice este Libro Sagrado, y es la condena o restricción del sexo.
Veremos en esta Sección mucho del contenido sexual que tiene ese libro que se pretende como la Palabra de Dios, y con seguridad, con total seguridad, salvo para el estudioso o erudito, para el lector común, le resultará sorprendente y desconocido, por ello el sentido de este Recorrido.

La Biblia y el Sexo.
La Biblia es un libro de variado contenido en el que no podía faltar el condimento sexual, como no le falta tampoco el de la sangre y la violencia, y hasta historias de terror, es decir cumple con los parámetros necesarios para haberse convertido en un Best Seller.
En cuanto al sexo encontramos que en este libro hay historias románticas, desde el buen sexo hasta del más pervertido y depravado, hay violaciones, abuso sexual, acoso sexual, adulterio, amor ilícito, exhibicionismo, sodomía, pederastía, homosexualismo, incesto, lesbianismo, bestialismo, un miedo a la menstruación y una obsesión judía por la circuncisión.
Ante este variado contenido, hemos divididos esta Sección en tres Capítulos, el primero sobre los contenidos abstractos de la Biblia por el sexo, el segundo, contando muchos de estos relatos, muchos realmente escalofriantes, y que, todos ellos, son ocultos de su lectura y mucho más de su divulgación, y el tercero, sobre el amor humano relatado y exaltado en el Cantar de los Cantares.

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